viernes, 31 de julio de 2015

Centrifugando

He perdido el juicio en el coliseo de la vida tirando de una cuerda por encima de mi fuerza. Lanzando otra cuerda tirando a dar a estrellas destinadas a apagarse a corto plazo, por el hecho de que su efímero resplandor me embelesa, me intensifica.
Pero no puedo evitar ser absorbida por ese vacío que se dilata cuando las estrellas van marchitándose, y yo me niego a dejar de mirarlas aferrándome a una luz de la que nunca tengo suficiente.
Estoy ciega por no querer dejar de mirarlas.

Suelto la cuerda. Descubro que sigo sin saber quién soy.
Todo sería más sencillo si solo fuese una luz. ¿Qué ocurriría si comenzarse a ser? Otra luz más, sin distinción, sin dolor. Empapándome de mi vida, iluminando con un círculo cada vez más grande un mundo donde la tristeza tiene habitación libre cerca de toda estación; donde las sonrisas no se atreven a asomar por no encontrar motivos para dar un simple paseo; donde las guerras intentan recordar el porqué de su existencia cada vez que una vida se derrama sobre la tierra, una Tierra que nos da la vida, que muere, indefensa, como un niño que no comprende por que su padre le tiñe de morado la piel cada noche.

Cada vez que mi rabia rodea este mundo para cambiarlo, ésta, rebota contra mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario