lunes, 7 de julio de 2014

Sun Shines Black

Te me escapas entre los dedos,
 como esa brisa indolente que no aminora la marcha,
ajena a mi pérdida.
Y ese barco que nada correlativo a mi presencia,
cediendo a la fuga de una correspondencia
que ya nunca llegará,
para unos ojos que me quieren silenciar,
y que nunca sabrán lo que sentí.
Cuerpo nulo que de mis manos te pierdes.
vano ángel que sus alas encendió,
para no volver jamás.
Guíame con tu fulgor fantasmagórico.
Para que al fin pueda encontrar mi sepulcro.

lunes, 19 de mayo de 2014

Encadenados a la eternidad



Recuerdo con nitidez cada instante que ahora se esfuma entre mis dedos, abriendo las suturas de obsoletas heridas.
Sus ojos felinos, jaspeados de verde y rodeados de gris, oteaban el imponente ocaso, con la mirada extraviada en la inmensidad, como si pretendiese hallar en el cielo la respuesta a algún alegórico enigma.
Acostumbraba a enterrar su rostro bajo un océano de rizos color azabache.
Se que disfrutaba columpiándose. Únicamente lo hacia en soledad cuando nadie irrumpía contra su presencia. Aún puedo ver su expresión apesadumbrada, casi palparla.
Por aquél entonces conocía su presencia e intuía su personalidad, pero de forma errónea. Ella era única, no se parecía a nadie que hubiese conocido.
Siempre tan lustre, tan dispuesta a desvanecerse como fantasma cuando algún transeúnte se deslizaba en su espacio.
Yo, por el contrario, acaparaba el espacio vital de todos cuanto me rodeaban. Los niños jugaban mientras yo...bueno, yo imaginaba encontrarme en otro lugar mejor donde mi alma no se sintiese como una extraña en el lugar equivocado.
También, ocupaba el tiempo leyendo libros que requerían una capacidad propia de adultos.
Recuerdo que los profesores caminaban con pasos de plomo como almas errantes por el parvulario, sin mostrar demasiado interés por “asuntos de críos” como ellos los consideraban.
Aquél día la lluvia parecía imantada por el edificio, y resbalaba por sus estructuras, como si el cielo hubiera presagiado lo que estaba por suceder, recreando un triste escenario.
Un tumulto de niños, que aclamaban con vítores y provocaciones, colapsaban una de las esquinas del patio infantil. Como monstruos de pesadilla, sus rostros espectrales retozaban con su víctima conjeturando pantomimas amenazantes.
Sus ojos se mantenían firmes, sin embargo, yo atisbé en ellos un amago de incipientes lágrimas.
Cerré el libro y me abrí paso entre la multitud, mientras todos se apartaban como si yo fuese el mismísimo Belcebú.
Ella no parecía ser consciente de cual era la fuente que provocó que todos aquellos infames y pequeños demonios se retirasen.
Tan solo se dejó caer de rodillas con el rostro latente entre sus delicadas manos que se inundaban del amargo rocío de sus ojos.
Desde entonces la ayudé muchas veces más.
Solíamos ocupar el tiempo posterior a las clases sentados en los columpios colindantes al colegio.
La primera vez que nos reunimos allí yo la pregunté inquisitivo si sentía miedo hacia a mí, ella que nunca había sido proclive a corresponder mis miradas, lo hizo por vez primera con su expresión circunspecta. Me respondió que <<no>> con severidad. Yo la confesé que todos me temían y nunca nadie había deseado tenerme como compañero de juego.I ncluso a mi madre parecía causarle pavor. No recordaba haber recibido ningún afecto maternal. Solía decirme que mi mirada parecía inescrutable y fría, más comparable a la de un adulto que a alguien de mi edad.
Pero todo cambió cuando la conocí a ella.
Eramos dos lobos solitarios, rechazados por la sociedad. Yo la enseñaba cosas que había leído en los libros, y no tardé en ser consciente de su inteligencia y su personal, mágica e inusual forma de entender el mundo que me cautivó a medida que nuestras mentes se devoraban a sueños como lo haría una torva marea con un barco perdido.
Ambos teníamos una gran capacidad para inventar historias y fusionarnos en ellas.
Parecíamos imparables en nuestros sueños.
Pero el invierno los devoró y congeló nuestros corazones. Fue un día entre las últimas luces que iban a morir en la puesta de sol. La noche era nebulosa y el teléfono sonó. Al escuchar el mensaje sentí que mi corazón se detenía lentamente a cada pulso.
Todo lo que abarco a recordar era el parpadeo de luces y la estridente sirena de la ambulancia. Inspiraba oxígeno gélido que se sentía como ácido sobre mis pulmones. Corría.
El recorrido de siluetas blancas que iban de un lado para otro cuando penetré en aquél infierno de paredes níveas, parecía aturdir mi visión que se enturbiaba por momentos. Mi conciencia amenazaba con desfallecer en cualquier instante. Antes de permitirlo solventé mi pacto con los médicos, no sin antes despedirme de ella con un beso eterno en sus labios.
Mis párpados se clausuraron como flor marchita.<<Para siempre>> susurré.
Donde mi vida se consumió la suya afloró.
Sus alas se desplegaron.
Se que sus lágrimas brotaron cuando la noticia llego a sus oídos. Mi corazón, ahora estaba en su pecho y ella vivía.




Hikari, yo siempre te amaré.

domingo, 4 de mayo de 2014

Diálogo interno.

-Buscar entre los pliegues de la imaginación ya no parece ser suficiente. Necesito sentir mis pies lejos del suelo, de verdad. Necesito dejar de ser humana. Necesito una plena libertad. Quiero ser algo que merezca la pena; desprenderme de esta piel, de este afán de realización que nunca es, morir en un sepulcro de seda para convertirme en algo que será más de lo que soy.
Deseo volar con mis propias alas a hermosos bosques, embriagarme de una soledad sin culpa, exenta de cadenas, de vinculaciones clandestinas. Cerrar mis párpados en un broche ocular y escuchar cada sonido de la naturaleza, sin ninguna necesidad vital.
Necesito arrojar mis recuerdos de humana, ninguna amargura en recuerdos, ninguna lágrima del deshielo.

domingo, 16 de febrero de 2014

El ángel de la sonrisa macabra.

Se quema mi prosa pésima bajo un cielo de ceniza. Mientras, el eco de los astros tintinea, en mi pecho. Me deleita el susurro del viento, no me atrevo a romper el silencio con fútiles palabras; siento que podría vivir eternamente en ese trance, solo conmigo. Abrazo mi pecho inconscientemente, aunque el frío me provoca placer. Oigo un aleteo. Creo que he debido de quedarme dormida. Unos largos cabellos negros ocultan mi visión, mientras se abre ante mí el horizonte de unos ojos profundos y oscuros encajados sobre una pálida piel. Se posó sobre mi pecho, que liberé de mi abrazo cuando sentí su tacto.

Creo que debí de estar soñando, por que vi un ángel, en cuyo cuerpo se enlazaban las cuerdas de un instrumento...

Mi memoria reconoce a ese ángel. Se agazapaba ocultando su rostro entre sus rodillas hasta que sus lágrimas quedaban ocultas de la mirada del viento. Solía escribir versos suicidas en la oscuridad de su hogar. Otras veces escribía sobre muñecas de sonrisas macabras. En ocasiones me interceptaba entre sus líneas y caía sujetándome por ellas, con una coyuntura horrible amenazando con estallar en mi corazón.
Calmaba mi ansiedad, mientras yo curaba las cicatrices de sus muñecas, y tristemente el echaba sal a mis propias heridas. Me enseñó a odiar al resto del mundo, y a apuntar con mi pistola de fogueo directamente hacia la nuca.
Hasta que un día mi piel sangrante le convocó y apareció encendido por una furia demoníaca, con los ojos pintados de rojo, y un arma de fuego apuntando a mi cabeza. Unas fuerzas diabólicas me expoliaron de mi ángel guardián, condenándome al letargo del infierno.

jueves, 2 de enero de 2014

Auspicio en tormenta

Y vuelven a mí los auges del pesar.
El dulce placer de acariciar la belleza del dolor.
La complicidad y la sencillez en perfecta armonía.
Yo, y la ensoñación, que algún día serás tú,
Sin más rosas pulidas ni más espinas sobre mano.


Complace mis locuras,
fumiga mi temor,
porqué ¡oh! dime
¿qué más hay en esta orilla,
más que sueños y clamor?

Vacío

Ella es viento, luna, prisión, odio, caos y los resquicios de un alma que un día fue de almidonado fuego, ahora son solo un corazón de piedra helado.
Tal vez fuese que sus palabras nunca resultasen escuchadas, o sus alas,que fulgurantes destacaban sobre tanta calle gris...y entre los edificios en llamas.
Edificios en llamas en la ciudad del pecado con omisión del valor, pureza del alma roída a jirones, que anteriormente fue hallada, miel del pasado, sonrisa vetada.
Torniquete en sus alas de diluido cristal.
Y un lector abrumado que resollará la verdad en mis palabras.
Agradecida me encontrarás hacia a ti, denodado por escudriñar las confesiones de mi extraña cabeza,
las palabras más honestas desde mi contaminada mente.
Te excedo la alusión más personal de mis fantasías y de mi desgracia.
Y si comprendes mi mensaje, tal vez,ya tengamos algo que compartir.
Siento si tu alma comulga con la mía, entonces, debes de soportar una carga insostenible.

Ascenso

Sus rodillas se clavaban sobre el suelo, sus piernas, bajo su cuerpo. Le ofrecía una ofrenda floral a la madre Dana, ella siempre sabía como redimir las penas.
Miró hacia el horizonte, ahogó un suspiro. Solo los mechones de cabello trenzados coronando su cabeza, se mantenían impasibles contra el viento.
Y entonces lloró, lloró como nunca lo había hecho. Postrado contra un megalito y en la tierra en la que afloró, su tierra.
Observó la verde foresta a sus espaldas timorato, pues la había presentido...
Aquél era el panteón al que ella siempre había socorrido.
Sus manos temblaban,al igual que sus labios agrietados, los labios que ella se moría por besar en secreto.
Se acercó tímida. Él aún escondía aséptico sus últimas lágrimas.


-Debo partir-su voz aterciopelada fue un susurro. Desvió los mechones rubios de su extensa cabellera.
Aquello fijó una sentencia para él. Dejó caer el resto de lirios sobre la vasta senda y con ellos su alma.


-No...-susurró él-¡No!-Su protesta estalló en estrépito, y puso en movimiento sus piernas, que parecían hacer caso omiso a los imperantes de movilidad de su cerebro.
Y ella tornó su rostro como si su grito hubiese recaído sobre su mejilla en forma de bofetada.



-Tengo que hacerlo-y sonó indolente,malditamente indolente e impetuosa.
El gesto que después efectuó,se clavó en su costado, haciéndole sentir incrédulo aferrándose a la idea de que solo estaba actuando. Sus ojos azules mostraban odio, un odio que se proyectaba directo como un halo de sombra hacia sus pupilas.
Pero entonces ella se derrumbó al atisbar su expresión devastada.
Su mirada ufana desenmascaró su escenificación fausta y consternó toda su piel.
Él lo sabía,sabía que había estado fingiendo, y en cuanto sus piernas mostraron índoles de flaqueza y perdieron el equilibrio, él acudió en su ayuda como siempre había hecho, como siempre haría cada vez que ella perdiera el hilo de sus pasos y su sangre latiera con más fervor del habitual.
Entonces él se inclinó, acarició su rostro, lo sostuvo y continuó por sus manos enviando hacia su cuerpo tenues descargas sensitivas, y cada caricia para ella suponía una sentencia que era incapaz de resistir.
Así quedaron, él sosteniendo sus muñecas y ella con la mirada desterrada en la nada.
Fue su grito después lo que hizo estremecer la Tierra. Sus ojos hacia el cielo, el quebranto en su voz y la cabeza altiva:


-Otorgarme la vida. Liberarnos de la maldición que yace en nuestras vidas condenando nuestras existencias
¡Oh,dioses! Dejad que la ame en libertad. Exculpar nuestras conciencias, derramar la lluvia consagrada sobre la Tierra. Pero permitir que pase con ella el resto de mi eternidad, por que sin ella no soy nada, por que sin ella en mi fuero interno se derrama la más candente de las penurias, por que su llanto es mi peor castigo.
No dejéis que se acontezca el fastuoso día en el que su alma y la mía se distancien, para que subsidien en una prisión, una prisión forjada por un indeseado.


Un trueno desencadenó el clamor como respuesta a su plegaría. La lluvia se derramó formando lodo, cubriendo las hojas de perlas, maldiciendo aquél infortunio.
Fue una luz la que brilló sobre ella, pero no era una luz externa. Ella era la luz.
Ambos sintieron resquebrajarse sus espaldas y entonces la más magistral de las vistas se hizo perceptible.
Los dos flotaban, volaban. Él, con unas ostentosas alas negras y ella con unas finas alas color marfil.
Sus rostros desecharon la confusión para dar paso a sus tintineantes hilaridades y se acercaron deleitándose en el suave tacto de las alas de forma respectiva.
Y se abrazaron con más ternura que nunca, porque ya nada les podía separar.

Para siempre.

Tormento Vampírico

La luna iluminaba el umbrío paso que se hallaba frente a mí. Un sendero atestado de árboles a ambos lados, cuyos troncos estaban recubiertos de musgo. Tras haber estado divagando durante horas en busca de la vieja casa de mis padres sin poder ejecutar mi venganza, decidí ceder el paso a mis escasos dulces recuerdos que poseía y que se debían a mi horas de soledad en aquél bosque. Sonreí irónicamente al recordar las oníricas leyendas que la gente atestaba sobre mi preciado reino musgoso; el viento guiaba los pasos de las ánimas danzantes, que buscaban algún alma al que persuadir y robar la razón por pura ambición y diversión. Según aseguraban,ánimas torturadas en vida,rebosantes de odio y ansiosas por corresponderlo.
Y ahora la única criatura carente de vida y rebosante de odio que se disolvía entre la espesura era yo.
Decidí guiarme por mis instintos y seguir caminando hasta que el cansancio sometiera a mi cuerpo a desfallecer. solo deseaba saciar mi sed y mi rabia contra el primer ser que se cruzase por mi camino. Por ello había decidido adentrarme en la sepultada espesura que suministraba a mi alma la paz que tanto ansiaba.Los recuerdos se proyectaban en mi mente como alfileres, punzantes, dolientes, al igual que la amarga verdad imposible de ignorar. Me dejé caer en el suelo impulsada por el dolor que me producían mis recuerdos. Al igual que aquella niña asustada que desgarraba su piel en busca de un consuelo inexistente y contradictorio."Demasiado para una niña"  pensé. Ahora los recuerdos abarcaban cada parte de mi ser apoderándose de mi escaso bienestar,destruyéndome por dentro, recordando las heridas... Abrí los ojos y me reincorporé a la realidad. Sentía un leve dolor en mi brazo...lo observé sorprendida, involuntariamente había clavado las uñas en mi piel, y las lágrimas resbalaban sobre mis mejillas odiosamente. La intensidad de mis memorias había trastornado mis minutos de calma. Pero no tardé demasiado en deplorar una presencia y en escuchar el sonido de unos pasos transcurriendo. Una luz cegó mis ojos vampíricos. Asombrada mis ojos se abrieron ampliamente. No podía creer lo que se manifestaba ante mi vista. Las leyendas habían decido morir para transformarse en una macabra realidad. Un áurea uniforme de luz levitaba sobre el denso suelo y emitía una frágil melodía imitando el llanto de una débil voz. Me apresuré en incorporarme rápidamente, pero entonces, los rayos de luz se volvieron más intensos y la abstracta figura desapareció en el mismo instante en el que mi extremidades volvieron a ascender en su posición original. Mis colmillos permanecían mostrándose protectoramente incluso después de la desconcertante escena que había experimentando. Pero aún así en mi recóndita alma seguía percibiendo fuertemente el sentimiento que me advirtió que una presencia no se hallaba muy lejos de mí...