jueves, 2 de enero de 2014

Auspicio en tormenta

Y vuelven a mí los auges del pesar.
El dulce placer de acariciar la belleza del dolor.
La complicidad y la sencillez en perfecta armonía.
Yo, y la ensoñación, que algún día serás tú,
Sin más rosas pulidas ni más espinas sobre mano.


Complace mis locuras,
fumiga mi temor,
porqué ¡oh! dime
¿qué más hay en esta orilla,
más que sueños y clamor?

Vacío

Ella es viento, luna, prisión, odio, caos y los resquicios de un alma que un día fue de almidonado fuego, ahora son solo un corazón de piedra helado.
Tal vez fuese que sus palabras nunca resultasen escuchadas, o sus alas,que fulgurantes destacaban sobre tanta calle gris...y entre los edificios en llamas.
Edificios en llamas en la ciudad del pecado con omisión del valor, pureza del alma roída a jirones, que anteriormente fue hallada, miel del pasado, sonrisa vetada.
Torniquete en sus alas de diluido cristal.
Y un lector abrumado que resollará la verdad en mis palabras.
Agradecida me encontrarás hacia a ti, denodado por escudriñar las confesiones de mi extraña cabeza,
las palabras más honestas desde mi contaminada mente.
Te excedo la alusión más personal de mis fantasías y de mi desgracia.
Y si comprendes mi mensaje, tal vez,ya tengamos algo que compartir.
Siento si tu alma comulga con la mía, entonces, debes de soportar una carga insostenible.

Ascenso

Sus rodillas se clavaban sobre el suelo, sus piernas, bajo su cuerpo. Le ofrecía una ofrenda floral a la madre Dana, ella siempre sabía como redimir las penas.
Miró hacia el horizonte, ahogó un suspiro. Solo los mechones de cabello trenzados coronando su cabeza, se mantenían impasibles contra el viento.
Y entonces lloró, lloró como nunca lo había hecho. Postrado contra un megalito y en la tierra en la que afloró, su tierra.
Observó la verde foresta a sus espaldas timorato, pues la había presentido...
Aquél era el panteón al que ella siempre había socorrido.
Sus manos temblaban,al igual que sus labios agrietados, los labios que ella se moría por besar en secreto.
Se acercó tímida. Él aún escondía aséptico sus últimas lágrimas.


-Debo partir-su voz aterciopelada fue un susurro. Desvió los mechones rubios de su extensa cabellera.
Aquello fijó una sentencia para él. Dejó caer el resto de lirios sobre la vasta senda y con ellos su alma.


-No...-susurró él-¡No!-Su protesta estalló en estrépito, y puso en movimiento sus piernas, que parecían hacer caso omiso a los imperantes de movilidad de su cerebro.
Y ella tornó su rostro como si su grito hubiese recaído sobre su mejilla en forma de bofetada.



-Tengo que hacerlo-y sonó indolente,malditamente indolente e impetuosa.
El gesto que después efectuó,se clavó en su costado, haciéndole sentir incrédulo aferrándose a la idea de que solo estaba actuando. Sus ojos azules mostraban odio, un odio que se proyectaba directo como un halo de sombra hacia sus pupilas.
Pero entonces ella se derrumbó al atisbar su expresión devastada.
Su mirada ufana desenmascaró su escenificación fausta y consternó toda su piel.
Él lo sabía,sabía que había estado fingiendo, y en cuanto sus piernas mostraron índoles de flaqueza y perdieron el equilibrio, él acudió en su ayuda como siempre había hecho, como siempre haría cada vez que ella perdiera el hilo de sus pasos y su sangre latiera con más fervor del habitual.
Entonces él se inclinó, acarició su rostro, lo sostuvo y continuó por sus manos enviando hacia su cuerpo tenues descargas sensitivas, y cada caricia para ella suponía una sentencia que era incapaz de resistir.
Así quedaron, él sosteniendo sus muñecas y ella con la mirada desterrada en la nada.
Fue su grito después lo que hizo estremecer la Tierra. Sus ojos hacia el cielo, el quebranto en su voz y la cabeza altiva:


-Otorgarme la vida. Liberarnos de la maldición que yace en nuestras vidas condenando nuestras existencias
¡Oh,dioses! Dejad que la ame en libertad. Exculpar nuestras conciencias, derramar la lluvia consagrada sobre la Tierra. Pero permitir que pase con ella el resto de mi eternidad, por que sin ella no soy nada, por que sin ella en mi fuero interno se derrama la más candente de las penurias, por que su llanto es mi peor castigo.
No dejéis que se acontezca el fastuoso día en el que su alma y la mía se distancien, para que subsidien en una prisión, una prisión forjada por un indeseado.


Un trueno desencadenó el clamor como respuesta a su plegaría. La lluvia se derramó formando lodo, cubriendo las hojas de perlas, maldiciendo aquél infortunio.
Fue una luz la que brilló sobre ella, pero no era una luz externa. Ella era la luz.
Ambos sintieron resquebrajarse sus espaldas y entonces la más magistral de las vistas se hizo perceptible.
Los dos flotaban, volaban. Él, con unas ostentosas alas negras y ella con unas finas alas color marfil.
Sus rostros desecharon la confusión para dar paso a sus tintineantes hilaridades y se acercaron deleitándose en el suave tacto de las alas de forma respectiva.
Y se abrazaron con más ternura que nunca, porque ya nada les podía separar.

Para siempre.

Tormento Vampírico

La luna iluminaba el umbrío paso que se hallaba frente a mí. Un sendero atestado de árboles a ambos lados, cuyos troncos estaban recubiertos de musgo. Tras haber estado divagando durante horas en busca de la vieja casa de mis padres sin poder ejecutar mi venganza, decidí ceder el paso a mis escasos dulces recuerdos que poseía y que se debían a mi horas de soledad en aquél bosque. Sonreí irónicamente al recordar las oníricas leyendas que la gente atestaba sobre mi preciado reino musgoso; el viento guiaba los pasos de las ánimas danzantes, que buscaban algún alma al que persuadir y robar la razón por pura ambición y diversión. Según aseguraban,ánimas torturadas en vida,rebosantes de odio y ansiosas por corresponderlo.
Y ahora la única criatura carente de vida y rebosante de odio que se disolvía entre la espesura era yo.
Decidí guiarme por mis instintos y seguir caminando hasta que el cansancio sometiera a mi cuerpo a desfallecer. solo deseaba saciar mi sed y mi rabia contra el primer ser que se cruzase por mi camino. Por ello había decidido adentrarme en la sepultada espesura que suministraba a mi alma la paz que tanto ansiaba.Los recuerdos se proyectaban en mi mente como alfileres, punzantes, dolientes, al igual que la amarga verdad imposible de ignorar. Me dejé caer en el suelo impulsada por el dolor que me producían mis recuerdos. Al igual que aquella niña asustada que desgarraba su piel en busca de un consuelo inexistente y contradictorio."Demasiado para una niña"  pensé. Ahora los recuerdos abarcaban cada parte de mi ser apoderándose de mi escaso bienestar,destruyéndome por dentro, recordando las heridas... Abrí los ojos y me reincorporé a la realidad. Sentía un leve dolor en mi brazo...lo observé sorprendida, involuntariamente había clavado las uñas en mi piel, y las lágrimas resbalaban sobre mis mejillas odiosamente. La intensidad de mis memorias había trastornado mis minutos de calma. Pero no tardé demasiado en deplorar una presencia y en escuchar el sonido de unos pasos transcurriendo. Una luz cegó mis ojos vampíricos. Asombrada mis ojos se abrieron ampliamente. No podía creer lo que se manifestaba ante mi vista. Las leyendas habían decido morir para transformarse en una macabra realidad. Un áurea uniforme de luz levitaba sobre el denso suelo y emitía una frágil melodía imitando el llanto de una débil voz. Me apresuré en incorporarme rápidamente, pero entonces, los rayos de luz se volvieron más intensos y la abstracta figura desapareció en el mismo instante en el que mi extremidades volvieron a ascender en su posición original. Mis colmillos permanecían mostrándose protectoramente incluso después de la desconcertante escena que había experimentando. Pero aún así en mi recóndita alma seguía percibiendo fuertemente el sentimiento que me advirtió que una presencia no se hallaba muy lejos de mí...