miércoles, 20 de mayo de 2015

Historias de metro

Ayer en el metro se subió una chica con el pelo oscuro, recogido y piercings por su cara.
No era una chica cualquiera, era una de esas personas que cuando las miras sientes que tienen algo especial.
Se sentó y al rato sacó de su bolso una libreta en la que comenzó a escribir a modo de cuaderno improvisado.
Estaba llorando. Apenas era perceptible, sorbía mocos por su nariz y se frotaba discretamente los ojos.
Se dió cuenta de que la miraba y agachó la cabeza.
Necesitaba ayudarla. No la conocía de nada, pero sentía una apremiante necesidad de hacer algo por ella.
Así que cuando ya estaba llegando a mi parada me levanté y la tendí un clinex. Ella levantó su rostro para observarme, con unos ojos enormes abiertos por la sorpresa y de un azul abismalmente celeste. Para perderse en ellos.
Pero no había lágrimas en ellos y me preguntó "¿por?". Pensé que la había cagado, que debía de estar con la alergía y que me había montado mis pajas mentales. Yo la solté de sopetón "porque tenías pinta de estar muy triste". Para alivio de mi ridículo me respondió "Sí... es que estoy pasando por un montón de cosas...".
En ese momento alguien tiró de mí y no escuché el resto de su historia. Me había olvidado por completo de que aquella era mi parada y tuve que salír a toda prisa antes de que la puerta se cerrase.

Parece una tontería, pero para mí los pequeños gestos son los que te hacen sobrevivir un día de mierda tras muchos días de mierda. Y las personas que escriben sus pensamientos son sencillamente geniales.

¿Habrá escrito sobre mí en su libreta al igual que yo he escrito sobre ella aquí?

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